martes, noviembre 04, 2008

Testimonio de Carlos “Gringo” Fernández en el 8º día del Juicio Histórico

En la mañana del octavo día de juicio oral y público, brindó su testimonio Carlos “Gringo” Fernández, el único sobreviviente de las cuatro víctimas de delitos de lesa humanidad cometidos en 1976 que se investigan hoy en San Luis.

Ubicado en el centro de la sala, frente a los jueces del Tribunal, el “Gringo” prestó juramento para luego contestar por más de cuatro horas con serena entereza las preguntas provenientes de todas las partes intervinientes en el debate.
Le preguntaron ¿a qué se dedica en la actualidad? “Junto chatarra”, contestó, e inmediatamente debió responder que en el momento de los hechos era inspector del Ministerio de Trabajo de la Nación.
(Este contraste descendente en las vidas ajadas por la dictadura es una constante, las marcas del daño se multiplican en el tiempo y en el entorno de los que sobrevivieron. Quién sabe si algún día se podrá abordar hasta dónde llega la profundidad del horror impuesto).

La primera detención. "Entraron a los gritos, a los golpes, en mi casa destruyeron todo, lo poco que tenía”

La madrugada del 21 de septiembre de 1976 se despertó con los gritos de militares y policías en su propia habitación, donde dormía con su esposa, embarazada de 5 meses. Sus otros dos hijos también fueron levantados y escucharon cuando el Comisario Becerra mandaba: “Si la mujer se resiste, mátenla”, refiriéndose a su mamá.
De aquel operativo ”Gringo” reconoció al Comisario Becerra, a Dana y a Plá.
“Me llevaron caminando golpeándome, a culatazos en la espalada y las piernas hasta la Comisaría de La Toma. En una oficina me ataron a una silla y mientras dos policías (Funes y Gil Puebla) me tenían de atrás, Becerra me pateaba la cabeza diciéndome: que era un hijo de puta, que me iban a matar y que iban a cortar las bolas”. También Becerra le arrancó los bigotes con una pinza. En ese lugar la vio a Graciela Fiochetti “la vi muy mal, tirada en el piso, sin vendas”.
Le vendaron los ojos y acostado en el piso, boca abajo lo trasladaron a San Luis en un camión en el que reconoció a su lado a Graciela Fiochetti. Fueron llevados a la Jefatura de Policía en calle Belgrano. Estando en una oficina donde le iban a cambiar la venda de los ojos, escuchó a sus captores: _“Sacalo de ahí” _“¿A éste?” _“No, a Ledesma”.

La primera libertad. Le hacen firmar un acta de libertad (“no sé qué firmé”)y es introducido en el baúl de un auto (“un Torino”), después de un recorrido es pasado al baúl de otro vehículo y llevado a un lugar que cree puede ser en cercanías al Hipódromo, donde es torturado (submarino) golpeado e insultado. “Me tiran a un lugar, se escuchaba mucho grito, mucho llanto. Llega un camión y alguien dice: los que van a la Florida y estos van para Las Salinas”. Estando muy dolorido y sobre otros cuerpos que cree estaban sin vida, escucha que alguien dice “Este tipo está vivo, yo lo vuelvo a la ciudad, que Becerra lo mate” y lo dejan en libertad. Una vez libre, intentando regresar a su casa, se encuentra con la madre y la hermana de Graciela Fiochetti que le preguntan por ella y les responde “debe estar en la Central, no sé”.

Segunda detención.
Con mucha dificultad llegó a su casa materna en La Toma; recibió un reparador café con leche de su madre y se fue con su familia a su casa "estaban todos mal".
Acababa de ver los destrozos dejados por el operativo sufrido, y estando en el patio, ve llegar a la Policía: “Está detenido por orden del Ejército”.
“En la Central, en San Luis me recibió Becerra a golpes, “la próxima te arranco la lengua”, me dijo”, y siguió una sesión de torturas en la que fue colgado de un brazo, luego de la pierna. Secuela de eso es el desgarro del brazo derecho que todavía padece. “Me aplicaron algo eléctrico, picana creo”

Preguntado si reconocería a sus torturadores, mencionó a Becerra y a Plá “tenía una voz fuerte, de mucho mando. En la central, él daba las órdenes: “Háganlo mierda”, decía. Esa voz no se me olvidó jamás”.
_“¿Está en la sala el que usted conoce como Plá?- preguntó el juez.
_ Sí (y con seguridad señaló con su brazo desgarrado hacia el imputado del extremo).
Ofuscado y escudado detrás de su defensor el acusado le gritó: ¡Mentiroso! y desde el público muchas voces le replicaron:¡Asesino!
Llamado al orden, Plá debió disculparse.

Otros nombres que recordó mencionados por sus represores fueron: Fernández Gez “era el comandante, el que daba las órdenes”; Loaldi y el Mayor Franco; Velázquez y Orozco.

En tres oportunidades le hicieron firmar actas de libertad, con fecha 21, 23 y 25 de septiembre. En ningún caso conoció el contenido, como tampoco lo hizo su esposa cuando, junto al vecino Piñeiro fueron obligados a firmar el acta de allanamiento de su casa, tras la violenta detención de “Gringo”.
Esos documentos le fueron exhibidos en la audiencia, y después de 32 años conoció de qué se trataban. Las actas de libertad eran iguales, contenían 6 incumplidos puntos: que “el firmante declara que no ha sido sometido a presión alguna” (¿?); que queda notificado de que no debe abandonar la provincia; que no debe hacer declaraciones públicas; que no ha recibido malos tratos ni se la ha hecho carecer de alimento y atención médica; que “toma conocimiento de que su conducta es controlada por las Fuerzas Armadas y de Seguridad y ante las más leve sospecha de vinculación con la delincuencia subversiva será detenido y confinado”…
También miente el acta de allanamiento: … establece la constancia de que no se produjo daño alguno. No se secuestraron elementos…”

Por su parte la Fiscal preguntó: -¿Vio a alguna autoridad judicial?, ¿Su familia hizo algún reclamo?
_ No, era imposible, nadie podía reclamar nada, ¿quién iba a animarse a reclamar?, si el que reclamaba desaparecía.

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